Chapter 17: El plan
La noche había caído, y los estudiantes de segundo año se encontraban reunidos en un salón espacioso. La atmósfera estaba cargada de expectación mientras se formaba un círculo alrededor de una pasarela que cruzaba el centro, un diseño peculiar con lunas de diversas formas, unas crecientes y otras llenas, como si el mismo cielo hubiera influido en la decoración.
—Acérquense todos —dijo Lockhart, su voz melodiosa y cargada de confianza—. ¿Todos me ven? ¿Me escuchan bien? Excelente. Dado lo ocurrido recientemente, el director Dumbledore me ha permitido crear este pequeño club de duelo. Estoy aquí para prepararles, para que puedan defenderse como yo lo he hecho innumerables veces. Para más detalles, consulten mis libros —dijo, con una sonrisa amplia, mientras se despojaba de su bata y la lanzaba a un grupo de chicas que gritaban y se abalanzaban sobre ella.
Observé a Hermione. Su expresión era un reflejo claro de lo que sentía: esa mezcla de adoración y algo de desencanto. Era como si el hombre que tenía frente a ella fuera una especie de príncipe, un héroe salido de las páginas de sus libros favoritos, pero esa era solo una ilusión.
—No sé qué le ves a ese hombre —murmuré, sin dejar de mirar su rostro.
Hermione suspiró, casi perdida en sus pensamientos. Sus ojos brillaban al hablar de Lockhart.
—Es tan guapo y heroico. Sus libros… todos cuentan cosas impresionantes que ha hecho. ¡Cada una de ellas es más increíble que la anterior!
Entonces, no pude evitar intervenir con una sonrisa enigmática.
—Sabes, el último espíritu con el que hice un contrato puede ver la verdad de las personas. No me refiero a un simple detector de mentiras, sino algo más profundo, como ver el alma de alguien. Si quieres, podemos ir a un lugar apartado y te lo muestro.
Hermione parecía vacilar por un momento, pero luego asintió, como si de alguna manera confiara en lo que le decía. Nos alejamos a un rincón discreto del salón.
—Onan, comprueba a ese hombre que está ahí en medio —le dije, señalando a Lockhart.
Onan, mi espíritu, se desprendió de mí y se materializó a mi lado. Me sentí más bajo que nunca, pero no tenía tiempo para lamentarme. Onan tenía un aspecto peculiar, un híbrido entre blanco y negro que parecía tener vida propia. Sus ojos, uno de ellos en forma de ying-yang, comenzaron a brillar mientras su pelaje se oscurecía, cubriéndose de negro. Se acercó a Lockhart, inspeccionándolo.
—¿Lo ves? —le pregunté a Hermione mientras Onan se alejaba—. No es tan perfecto como crees. Tiene más de un pecado en su pasado. Probablemente ha arruinado vidas, robado trabajos... no es tan heroico como dice ser.
Hermione observó a Lockhart con una mezcla de sorpresa y desilusión. Su cara pasó rápidamente de admiración a decepción, como si la magia que lo envolvía se desvaneciera en ese mismo instante. No pude evitar sonreír, aunque me sentí un poco mal por ella.
—Gracias, Onan, vuelve con los demás —dije mientras el espíritu regresaba a mi lado.
Nos dirigimos hacia el centro del salón, donde el duelo entre Harry y Draco estaba a punto de empezar.
Harry y Draco se enfrentaron con una serie de hechizos, ambos luchando con una habilidad que sorprendió a todos los presentes. Sin embargo, cuando Draco conjuró una serpiente, la situación tomó un giro inesperado. La serpiente comenzó a deslizarse peligrosamente hacia un niño de Hufflepuff, pero antes de que pudiera hacerle daño, Harry comenzó a hablar en Parseltongue, el idioma de las serpientes. A todos les sorprendió.
El profesor Snape, que había estado observando desde lejos, aprovechó el momento en que la atención de todos estaba centrada en Harry, y con un gesto brusco, desintegró la serpiente.
Mi primera impresión de Snape no fue nada buena. Su cabello graso, sus dientes amarillos… Su presencia era desagradable, y su actitud distante no invitaba a nadie a acercarse. Era el tipo de persona con la que no querrías estar cerca por mucho tiempo.
Harry, visible molesto, salió corriendo, y Ron lo siguió de cerca. Hermione me arrastró para seguirlos hasta la sala común de Gryffindor, donde la discusión ya había comenzado.
—¡¿Por qué no nos dijiste que hablabas Parseltongue?! —exclamó Ron.
—¿Hablo qué? —Harry parecía genuinamente confundido.
—Parseltongue, ¡las serpientes te entienden! —replicó Hermione, sorprendida.
—Lo sé, pero… bueno, sin querer le lancé una serpiente a mi primo en el zoológico. ¿Y qué pasa? ¡En este lugar hay mucha gente que puede hacer eso! —Harry parecía no entender por qué todo el alboroto.
—No, Harry —interrumpí—, no todo el mundo puede hablar Parseltongue. Es un don raro, y cuando la gente lo descubre, suelen pensar que eres un descendiente de Slytherin.
—¡No lo soy! ¡No debería serlo! —Harry gritó, visiblemente alterado.
—Tranquilo, no lo eres —le dije, intentando calmarlo.
—¿Y cómo estás tan seguro? —preguntó, mirándome fijamente.
—Porque he visto cosas, Harry. Cosas inimaginables. Si te dijera todo lo que sé, ocurriría el fin del mundo tal como lo conocemos —respondí, con un tono misterioso.
El silencio llenó la sala.
—Es una broma —agregué rápidamente
-
-
—En ese plan de cambio de formas, me quedaré aparte. Solo te acompañaré por si acaso —dije, asegurándome de que Hermione no se sintiera sola.
—No te preocupes, todo está listo. La poción ya está preparada. Solo necesitamos esperar a que Harry y Ron lleguen con lo suyo —respondió Hermione, visiblemente confiada.
Al poco tiempo, el dúo entró corriendo en el salón.
—Hablando del diablo —comenté en tono jocoso.
—¿Trajeron los cabellos? O, si no, ¿robaron los uniformes de Slytherin? —bromeó Hermione, con una sonrisa que apenas lograba ocultar su nerviosismo.
Mientras vertía el contenido de la poción en tres tazas, observé con detenimiento cómo la mezcla comenzaba a burbujear suavemente, como si estuviera viva. La sustancia era espesa y parecía papel maché hecho con cemento. No entendía por qué se esforzaban tanto para infiltrarse en Slytherin. Conociendo a Draco, seguro que todo sería un desastre… pero, bueno, dejémoslos intentarlo.
—Como dice un gran mago, no fracasaste, solo obtuviste experiencia —murmuré, tratando de ser optimista, aunque en el fondo dudaba del éxito de la misión.
La verdad es que, al verlos beber la poción, pude notar cómo sus rostros se torcían con cada sorbo. Estaba claro que iban a vomitar, pero seguían adelante, uno tras otro, hasta que finalmente salieron disparados hacia los baños. Solo quedábamos Harry y yo.
Fue fascinante observarlo, casi como si fuera un experimento. Su piel comenzó a burbujear, como si un líquido invisible estuviera debajo de ella, transformando su cuerpo por completo. Cada cambio era más asombroso que el anterior.
Un momento después, Ron también salió del baño, ya transformado. Aunque su apariencia física había cambiado, algo seguía siendo inconfundible: las voces. Ambos conservaban las mismas voces, lo cual iba a ser un problema.
—Hermione, sal, solo faltas tú —le dije, intentando aliviar la tensión.
—Vayan sin mí, no pierdan tiempo —respondió, con un tono decidido, aunque sus ojos brillaban con incertidumbre.
No me quedé para discutir más. La misión debía continuar, así que ellos partieron, mientras yo me dirigía al baño donde Hermione se encontraba. Al abrir la puerta, me costó un poco más de lo esperado, pero lo que vi en su interior fue realmente impactante.
Hermione estaba parada frente al espejo, mirando su reflejo con una mezcla de sorpresa y horror. Por un momento no supe si reírme o consolarla. Pero, al final, la risa fue lo único que salió.
—Jejeje, Hermione, ¿será que pusiste un pelo mío por error? O tal vez querías conquistarme… Lo siento, pero aunque sea un gato, no me gustan los gatos de manera romántica. (Eso creo) —bromeé, intentando aligerar la situación.
Hermione me miró con una mezcla de frustración y resignación. Después, soltó una leve risa entrecortada.
—No te preocupes, no te ves tan mal... ¡COF! ¡COF! —tosió, intentando calmar la risa que estaba a punto de desbordarse. Luego, se recompuso rápidamente. —Ahora, en serio. Vamos a la enfermería. Dejaré una carta para el dúo cuando regresen e informarles de lo sucedido.
Me dirigí al cuaderno de Hermione que tenía sobre la mesa, y con rapidez, saqué una hoja. Al intentar escribir, me di cuenta de algo aterrador.
—¡No puedo escribir! —exclamé, frustrado.
Hermione, que ya había comenzado a prepararse para salir, me miró con una sonrisa irónica.
—¿Planeabas escribir con tus patitas ? —dijo, entre divertida y sorprendida. —Deja, déjame escribirla a mí. Yo me encargaré.
Un poco avergonzado, le pasé el cuaderno. Hermione tomó la pluma con destreza y comenzó a escribir la carta, mientras yo la observaba en silencio. A pesar de la incomodidad de la situación, algo en ella siempre me tranquilizaba. Era una mezcla de inteligencia, coraje y, sí, esa chispa que la hacía especial.
El sonido de la pluma sobre el papel era lo único que rompía el silencio mientras esperaba. Al fin, Hermione levantó la vista con una sonrisa en los labios.
—Listo —dijo, entregándome la carta con una actitud de satisfacción.
—Gracias, Hermione —respondí, sintiéndome un poco mejor.