Chapter 16: Pacto
La habitación estaba inmersa en penumbra, con paredes de piedra fría iluminadas tenuemente por la luz oscilante de las velas. En el centro, una niña de cabello castaño y rostro decidido permanecía de pie. Frente a ella, en el suelo, descansaba un pergamino en el que había dibujado un intrincado círculo de invocación. Hermione Granger respiró hondo. Según las instrucciones del libro que había encontrado en la biblioteca prohibida, para activar el ritual necesitaba algo más: su propia sangre.
Con un ligero temblor en las manos, tomó un pequeño cuchillo y realizó un corte superficial en su dedo índice. Dejó caer unas gotas de sangre sobre el centro del círculo, y este pareció absorberlas, brillando tenuemente. Con voz firme, comenzó a recitar las palabras en latín que había memorizado.
De repente, las ventanas se abrieron de golpe, dejando entrar una ráfaga de viento helado que apagó las velas y llenó la habitación con un sonido silbante. El círculo comenzó a temblar, emitiendo una luz cegadora. Hermione entrecerró los ojos, incapaz de mantener la vista fija en el fenómeno.
Cuando la luz desapareció, la visión de Cale Azazel comenzó a regresar poco a poco. Lo primero que notó fue la inmensidad de la habitación. Las paredes de piedra, las velas montadas en candelabros y las estanterías llenas de libros le resultaban familiares, pero algo no cuadraba: todo parecía desproporcionadamente alto.
Miró hacia abajo y se quedó congelado. Su cuerpo ya no era el mismo. Estaba sobre cuatro patas, con un pelaje rojo intenso y una cola que se movía sin control.
—¿Qué… qué demonios? —exclamó, su voz saliendo como un maullido ronco—. ¡¿Por qué soy un gato?!
Tomó una profunda bocanada de aire y empezó a contar hasta diez. Ya más calmado, levantó la vista hacia la niña que tenía delante. Se veía familiar, pero no lograba ubicarla.
—¡Cough, cough! —simuló una tos para llamar su atención—. ¿Podrías explicarme qué hago aquí?
Hermione dio un pequeño respingo y respondió con nerviosismo.
—Ah... sí, bueno... Encontré un libro sobre invocaciones y pensé que tal vez podrías ayudarme con algunos problemas.
Cale entrecerró los ojos, escrutándola.
—¿Y cuál sería ese problema tan grande como para que convocaras a un demonio?
—Ha habido ataques en Hogwarts. No sabemos quién los está causando ni por qué, pero necesitamos detenerlos antes de que más estudiantes resulten heridos.
El demonio bufó, pensativo, pero antes de que pudiera responder, un ardor intenso recorrió su cuello. Cayó al suelo retorciéndose, sintiendo cómo algo se grababa en su piel. Cuando el dolor cesó, se levantó con dificultad y la miró fijamente.
—Déjame adivinar. ¿Tengo algún tipo de marca en el cuello?
Hermione asintió, aún más nerviosa.
—Sí. Es... una serpiente que se muerde la cola.
Cale suspiró, resignado.
—Felicidades, niña. Acabas de formar un pacto conmigo. Aún no sé qué pediré a cambio, pero lo dejamos como un pagaré. Ahora, dime tu nombre.
—Hermione Granger.
Los ojos del demonio-gato se iluminaron brevemente.
—Así que eres Hermione. Eso significa que estoy en el mundo de Harry Potter. —Pensó para sí antes de responder—. Yo soy Cale Azazel, miembro de la nobleza demoníaca. No hay mayor honor que trabajar conmigo. —Le tendió una pata—. Feliz cooperación.
Hermione, algo desconcertada, estrechó su mano con la pequeña pata del demonio. El contrato quedó sellado.
—Tengo tres condiciones: un lugar donde dormir, comida, y un baño.
—Eso no suena tan mal —respondió Hermione, aliviada—. Pensé que pedirías algo más extremo, como almas o cosas así.
Cale se rió, mostrando un destello de sarcasmo.
—Depende del demonio. Yo soy civilizado y educado. Tienes suerte de no haber invocado a uno que te devorara en el acto. Te sacaste la lotería conmigo. Ahora, ¿podrías llevarme a una cama? Tengo sueño.
Hermione lo levantó con cuidado y lo dejó sobre una almohada junto a su cama. Poco después, ambos se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente, Hermione bajó hacia el Gran Comedor con Cale en brazos. La conversación no tardó en comenzar.
—¿Entonces los demonios tienen forma de animales? —preguntó Hermione en voz baja.
—No siempre. Es complicado. Mi verdadera forma es humana, pero con orejas de gato. Este cuerpo es... temporal.
Al entrar al comedor, un grito interrumpió su charla.
—¡Hermione, por aquí! —Ron Weasley agitaba una mano desde una mesa.
Cale reconoció al instante al pelirrojo y al chico de gafas sentado junto a él.
—Mmm, Ron y Harry Potter. Será interesante... —pensó el demonio, decidiendo mantenerse en silencio.
—Hola, chicos. ¿Cómo estuvo la noche, Harry? ¿Te sientes mejor?
—Sí, gracias —respondió Harry con una sonrisa.
—Después de comer, necesito que me acompañen a preparar una poción —anunció Hermione.
Cale soltó un maullido, más por hambre que por interés en la conversación.
—¿De dónde salió ese gato? —preguntó Ron, mirándolo con desconfianza—. Además, ¿por qué me mira así?
—Te lo explicaré luego —respondió Hermione, tratando de restarle importancia—. Por ahora, comamos.
Más tarde, se dirigieron al baño de mujeres. Hermione comenzó a preparar la poción en un caldero, mientras Ron se sentaba a regañadientes en el suelo.
—Hermione, tengo dos preguntas. Primero, ¿por qué estamos en el baño de mujeres? Y segundo, ¿de dónde salió ese gato que no deja de seguirte?
—Nadie viene aquí.
—¿Por qué no?
—Por Myrtle la Llorona.
El fantasma en cuestión apareció de repente detrás de Ron, gritando.
—¡Yo soy Myrtle la Llorona! No esperaba que me mencionaran. ¡Nadie quiere hablar conmigo, la fea y miserable Myrtle!
Con un sollozo exagerado, se sumergió en un baño, salpicándolos con agua.
—Es algo... sensible —comentó Hermione con una mueca.
Ron aún se sacudía el agua cuando Hermione decidió continuar.
—Bien, ya les explicaré sobre el gato. Pero antes prometan no entrar en pánico. Él es Cale Azazel, un demonio noble. Lo invoqué para que nos ayude con los ataques. Está atado por contrato, así que no puede hacernos daño.
Ron se puso de pie, alarmado.
—¡¿Un demonio?! ¡Hermione, has perdido la cabeza! ¿Qué pasa si rompe el contrato y nos devora?
—Cálmate, chico —respondió Cale con calma—. Si rompo el contrato, yo también estoy en peligro. Además, no tengo interés en devorar almas. Eso es... aburrido.
Ron abrió la boca, pero no encontró palabras. Harry, más curioso, intervino.
—¿Azazel? ¿Eso quiere decir que conoces a Jesús?
Cale soltó una carcajada.
—No realmente , solo tengo quince años.
—Vaya... —murmuró Harry, impresionado.
Cale se acomodó junto al caldero de Hermione.
—Mi poder demoníaco está relacionado con los espíritus, así que podría ser útil. Aunque no planeo usarlo mucho. Llamar la atención no está en mis planes.
Los tres chicos intercambiaron miradas. Las cosas en Hogwarts acababan de volverse mucho más interesantes.
Hermione mezclaba los ingredientes en el caldero con cuidado, su rostro concentrado en la poción. Mientras tanto, Cale observaba con aparente desinterés, pero en realidad estaba analizando cada detalle de los tres jóvenes. Había algo en ellos que lo intrigaba, algo que no podía identificar con claridad.
—Entonces, ¿qué planean hacer con esta poción? —preguntó Cale, rompiendo el silencio.
Hermione levantó la vista, con una pizca de orgullo.
—Es una versión modificada de la Poción Multijugos. Pensamos usarla para infiltrarnos y averiguar quién está detrás de los ataques.
Ron frunció el ceño, claramente incómodo con la idea.
—¿Y cómo sabes que funcionará? ¿Y si alguien nos descubre?
—Funcionará si sigues las instrucciones —replicó Hermione, con ese tono de paciencia agotada que usaba con Ron a menudo—. Y nadie nos descubrirá si somos cuidadosos.
Cale bufó, su cola moviéndose con pereza.
—No es mala idea, pero ¿realmente creen que podrán manejar esto solos? Algo me dice que quien está detrás de estos ataques no es un simple mago jugando a ser villano.
Harry, que había permanecido en silencio, se inclinó hacia adelante.
—¿A qué te refieres?
—A que Hogwarts tiene un historial con enemigos... únicos. Si estos ataques están ocurriendo dentro de sus muros, es porque alguien poderoso está jugando con ustedes. —Cale entrecerró los ojos—. Y tal vez esa persona no sea completamente humana.
La tensión en el aire era palpable. Harry y Ron intercambiaron miradas, pero fue Hermione quien rompió el silencio.
—Eso lo hace aún más importante. Si hay algo o alguien poniendo en peligro a los estudiantes, tenemos que detenerlo.
Cale se rió entre dientes, mostrando sus pequeños colmillos.
—Eres valiente, niña. Aunque un poco ingenua. Bien, supongo que es mejor que me mantenga cerca para asegurarme de que no terminen en pedazos.
—¿Lo dices como un favor? —preguntó Hermione, levantando una ceja.
—Lo digo porque si mueren, me quedaré atrapado aquí sin propósito alguno. Y créanme, no tengo tiempo para desperdiciar.
Esa noche, mientras los tres amigos dormían, Cale se quedó despierto, su pequeño cuerpo de gato enroscado sobre un cojín en la sala común de Gryffindor. Pero en realidad no descansaba; estaba llamando a los espíritus que lo acompañaban en su existencia demoníaca.
Cerró los ojos y se concentró, dejando que una energía oscura fluyera desde su interior. En cuestión de segundos, la sala comenzó a llenarse de sombras, figuras apenas visibles que susurraban palabras ininteligibles.
—No quiero problemas esta vez —murmuró Cale, mirando a las sombras con severidad—. Sólo quiero información.
Las sombras se agitaron, y una de ellas tomó forma, convirtiéndose en una figura humanoide. Su voz era fría y serpenteante.
—Aquí estamos, Azazel. ¿Qué buscas?
—Quiero saber sobre estos ataques en Hogwarts. ¿Qué has escuchado?
La figura se quedó en silencio por un momento antes de responder.
—Hay un rastro de magia antigua... y algo más. Algo que huele a desesperación y ambición. Pero no es sólo un mago el que actúa aquí. Hay una fuerza... diferente.
Cale frunció el ceño, su cola moviéndose nerviosamente.
—Define "diferente".
—Algo oscuro y antiguo, pero fragmentado. Como si estuviera atrapado, buscando liberarse. Su influencia se extiende más allá de estas paredes.
Antes de que pudiera hacer más preguntas, las sombras comenzaron a desvanecerse, y el espíritu principal añadió una última advertencia:
—Ten cuidado, Azazel. Esto no es un juego para demonios menores como tú.
Cale bufó, visiblemente molesto.
—Gracias por el consejo —dijo, sarcástico, mientras las sombras desaparecían por completo.
A la mañana siguiente, Hermione estaba revisando libros en la biblioteca cuando Cale saltó sobre la mesa frente a ella.
—Necesitamos hablar —dijo, manteniendo la voz baja.
Hermione dejó su libro y se inclinó hacia él.
—¿Qué pasa?
—Los ataques no son obra de un simple mago. Hay algo más detrás de esto, algo más grande y más antiguo. ¿Recuerdas haber leído algo sobre magia oscura atrapada o sellada en Hogwarts?
Hermione pareció pensativa por un momento, luego negó con la cabeza.
—No que recuerde, pero puedo buscar. Hay varios libros sobre la historia de Hogwarts que podrían tener pistas.
—Hazlo. Si mi sospecha es correcta, no sólo están en peligro los estudiantes, sino todos los que pisan este lugar.
Hermione asintió, decidida.
—Lo averiguaré. Pero Cale, si estás aquí para ayudarnos, necesito que seas completamente honesto conmigo. ¿Qué más sabes?
Cale la miró fijamente, con un brillo en sus ojos dorados.
—Sé que si no resolvemos esto rápido, ni siquiera yo podré protegerlos de lo que viene.
La noche había caído sobre Hogwarts, y el castillo estaba envuelto en un profundo silencio, roto sólo por el crujido de las antorchas y el ocasional aullido del viento. En la sala común de Gryffindor, los estudiantes dormían profundamente, pero Cale Azazel no tenía intención de quedarse quieto.
Saltó desde el cojín donde fingía dormir y salió por el agujero del retrato con sorprendente agilidad, ignorando las protestas de la Dama Gorda.
—Un demonio explorando un castillo mágico... Esto será interesante —murmuró para sí mismo mientras avanzaba por los pasillos de piedra.
El castillo, con su magia antigua, era diferente de cualquier otro lugar que Cale hubiera visitado. Las paredes susurraban historias, los cuadros lo seguían con la mirada, y el aire estaba cargado de energía. Cada paso que daba lo hacía más consciente de que Hogwarts no era un lugar común.
—La magia aquí es densa, casi palpable... Pero hay algo más, algo que no encaja —pensó mientras sus ojos de gato exploraban cada rincón.
Pasó junto a una armadura que pareció moverse ligeramente, y notó cómo las escaleras cambiaban de dirección ante su mirada desconfiada. Sin embargo, lo que realmente captó su atención fue un leve zumbido proveniente de una de las torres. Era una energía familiar, oscura, como un eco distante de su propio poder.
—Interesante... Tal vez este lugar tenga más secretos de los que pensé.
Decidido a seguir esa pista, Cale subió por un conjunto de escaleras en espiral, su pequeño cuerpo de gato moviéndose con sigilo. Sin embargo, antes de que pudiera llegar a su destino, una voz grave y calmada lo detuvo.
—Es inusual ver a un gato tan peculiar vagando por el castillo a estas horas.
Cale se detuvo en seco. No necesitaba volverse para saber quién era. La energía que emanaba de esa voz era inconfundible: una mezcla de sabiduría, poder y... ¿curiosidad?
Giró lentamente, y allí estaba Albus Dumbledore, de pie al final del pasillo, con su túnica azul brillante y su característica mirada serena pero penetrante. En una mano sostenía su varita, aunque no la apuntaba directamente.
—Ah, así que el gran director de Hogwarts me vino a saludar —respondió Cale, con un tono ligeramente sarcástico mientras se sentaba sobre sus patas traseras—. Debo admitir que no esperaba conocerte , pero parece que el destino tenía otros planes.
Dumbledore inclinó la cabeza ligeramente, observándolo con interés.
—. ¿A quién tengo el honor de dirigir la palabra?
—Cale Azazel, noble de los infiernos y, al parecer, nuevo residente felino de tu castillo. Aunque creo que ya sabes algo sobre mí. —Cale inclinó la cabeza, su cola moviéndose de un lado a otro con aparente calma.
Dumbledore sonrió levemente, pero no dejó de observarlo con atención.
—Un demonio invocado dentro de Hogwarts es motivo de preocupación, pero no percibo malicia inmediata en ti. Sin embargo... —Dumbledore dio un paso hacia adelante, y su tono se volvió más grave—. Mi deber es proteger a los estudiantes de cualquier amenaza, sin importar su forma.
Cale levantó una pata, simulando un gesto de rendición.
—Tranquilo . No vine aquí a causar problemas. Estoy atado a un contrato con Hermione Granger, y mi único interés es resolver los ataques que están ocurriendo. Si eso te sirve de consuelo, no tengo intención de causar daño.
Dumbledore entrecerró los ojos, su expresión ahora más calculadora.
—"Dime, Cale Azazel, ¿qué esperas ganar al involucrarte en nuestros asuntos?
El demonio-gato se encogió de hombros, o al menos lo intentó con su cuerpo felino.
—Aún no lo sé. Pero te puedo asegurar que no vine a liberar el infierno en tu preciosa escuela.
Dumbledore permaneció en silencio por unos segundos, evaluando la situación. Finalmente, habló, aunque su voz contenía una advertencia.
—Hogwarts tiene una manera única de revelar las verdaderas intenciones de quienes caminan por sus pasillos. Espero, por el bien de quienes confían en ti, que tus palabras sean sinceras.
Cale soltó una risa baja, casi ronroneante.
—Siempre sincero, director.
—De eso, no tengo dudas —respondió Dumbledore con un leve toque de humor en su voz—. Sin embargo, una última pregunta: ¿qué fue lo que te trajo a este lugar en particular?
Cale lo miró fijamente, sus ojos brillando en la penumbra.
—fuerzas antiguas , no se la razon de porque aqui y en este momento en el tiempo pero algo va a pasar . Si estás preocupado, tal vez deberías investigar tú también.
Dumbledore lo miró largamente, como si intentara ver más allá del gato demoníaco. Finalmente, asintió.
—Tal vez lo haga. Pero por ahora, te sugiero que regreses a la sala común. No querrás perderte lo que el día traerá.
Antes de que Cale pudiera responder, Dumbledore se giró y desapareció en la oscuridad, como si nunca hubiera estado allí. Cale se quedó un momento en silencio, reflexionando.
—Viejo astuto. Seguro que ya sabe más de lo que deja ver. —Se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso—.