Una nueva oportunidad: Ayanokouji Kiyotaka en Tbate

Chapter 2: Capítulo 1: Reencarnación



La oscuridad era todo lo que podía percibir. No había ruido, no había dolor. Solo un vacío absoluto. Sin sentido del tiempo ni espacio, solamente flotaba en un estado de conciencia vaga. Recordaba mi final, el último disparo me había derribado, el sonido se apagó del disparo, la sensación de mi cuerpo colapsando, y luego... nada.

Toda esa extraña sensación se fue cuando algo me sacó de ese vacío. Un tirón leve como si algo me obligara a dirigirme en otra dirección, luego una explosión de sensaciones. Luz, frío y un sonido húmedo.

Abrí los ojos por instinto, pero la luz era demasiado intensa, obligándome a cerrarlos de nuevo. Una extraña calidez me envolvía, un contraste con el frío y la oscuridad que esperaba encontrar al final de mi vida anterior. Era como si el mundo se hubiera reiniciado, pero no de la manera que hubiera anticipado.

Mi cuerpo se sentía extraño: pequeño, débil. Intenté mover mis brazos, pero no respondieron como estaba acostumbrado. Mi cuerpo, pequeño y débil, se agitó torpemente, pero solo logré emitir un sonido involuntario, un llanto agudo que no reconocí rápidamente como mío.

"¡Es otro niño sano!" exclamó una voz femenina cerca de él, cargada de emoción y cansancio.

Una mano cálida me sostuvo con cuidado. Cuando finalmente abrí los ojos de nuevo, vi un rostro desconocido mirándome con ternura. Era una mujer joven, de cabello castaño rojizo y ojos amables, claramente emocionada al verme.

La mujer me envolvió en una manta suave mientras continuaba mirándome con una mezcla de amor y agotamiento. Había algo en su mirada que me tranquilizaba, aunque no entendía por qué. Mi mente todavía estaba tratando de procesar lo que había sucedido. Todo era tan confuso.

"Bienvenido al mundo, pequeño", dijo ella con una voz suave, y aunque no entendí muy bien sus palabras, el tono me transmitió seguridad.

El idioma parecía algo distinto al que había en mi mundo, o por lo menos no era japonés o algún idioma que haya aprendido, pero parecía ser parecido al alemán, aunque su acento se acercaba más al francés.

Supuestamente había muerto hace un instante, pero ahora estaba en los brazos de una mujer con el cuerpo de un bebé. Con eso en mente solo pude sacar una conclusión, y es que había reencarnado. Esta idea era absurda en un principio, pero todo el concepto de reencarnación encajaba con mi situación. Un cuerpo débil el cual no puedo mover, las palabras cliché de una madre viendo a su hijo por primera vez y un entorno rústico semejante al de la cultura de la edad media.

Luego de unos segundos pude procesar toda la información que había recibido hace un instante, y es que hubo un comentario que me llamó la atención, según había mencionado, el que supuse que era el médico, había otro recién nacido, por lo intenté mirar a un costado, pero gracias a que mi visión periférica no estaba desarrollada, no logré ver nada aparte del rostro de la mujer con cabello castaño, así que intenté usar otro método. 

Al lograr mover mi pequeño cuerpo pude fijar mi mirada en otro niño que estaba siendo cargado por la que aparentemente era mi madre. Ese bebe tenia el mismo cabello castaño que el de mi aparente madre, además de compartir los mismos ojos azules.

Algo que me pareció raro es que estaba mirando con demasiada atención a la mujer de cabello castaño, casi como si la estuviera inspeccionando minuciosamente. Esta actitud me hizo creer que no era un recién nacido, si no que al igual que yo, había reencarnado.

Esto no era nada descabellado, ya que al final si había una persona que podía reencarnar no debería de haber problema con que hubieran otros reencarnados, pero todavía no puedo sacar conjeturas precipitadas, debo de esperar pacientemente y observar. Aunque de momento podía decir que las probabilidades de que fuera un reencarnado eran de un 70-30, ganando la opción de que era lo mismo que yo, pero para un apostador no podía ser suficiente para dar toda mi mano por esas probabilidades, tenía que encontrar algo que me diera la certeza de que era un reencarnado.

Fue en ese instante que una voz me sacó de mis divagaciones.

''Hola pequeño Art, pequeño Azra, soy su papá. ¿Pueden decir papá?'' aparentemente este sujeto era nuestro padre, no parecía una mala persona, pero parecía ser del tipo tonto, aunque no me pude quejar ya que su mirada no cargaba con toda esa frialdad que contenían los ojos de ese hombre al verme, si no que estaban llenos de calidez.

''Cariño, acaban de nacer'' dijo en forma de reprimenda la que era mi nueva madre.

El hombre que ahora debía llamar "padre" se rascó la nuca, aparentemente avergonzado por la reprimenda.

''Bueno, nunca es demasiado pronto para intentarlo, ¿verdad?'' respondió él con una risa ligera, volviendo su atención hacia nosotros. Se inclinó un poco más cerca, su rostro lleno de una calidez que contrastaba completamente con lo que recordaba de mi vida anterior.

Mi nueva madre suspiró, pero no parecía molesta de verdad. Había una dulzura en su expresión que me resultaba desconcertante. Era la clase de mirada que nunca había conocido. Mientras sus brazos me sostenían con cuidado, mi mente analizaba cada detalle, cada palabra, cada gesto. No había hostilidad, ni expectativas aplastantes, solo… afecto.

''Hmm. Doctor, el pequeño Azra emitió un pequeño sonido cuando nació, pero el pequeño Art no ha llorado, pensé que los recién nacidos debían llorar cuando nacen'' al parecer habían notado que mi nuevo hermano tampoco había llorado en lo absoluto. 

''Hay casos en los que el bebé no llora. Por favor descanse y recupérese, avísenme si algo sucede con Arthur o Azrael Sr. y Sra. Leywin'' 

Mi mente continuó procesando toda la información a un ritmo acelerado. El médico acababa de mencionar que el que era mi nuevo "hermano", no había llorado al nacer, lo que me resultaba extraño, ya que por lo general, los bebés no podían evitar llorar al entrar al mundo. Sin embargo, mi atención se centró más en un punto: Azrael. Mi nuevo nombre.

Azrael, el ángel de la muerte. Aunque muchos lo veían como una figura oscura, un ser destinado a guiar las almas hacia el más allá, yo no podía evitar sentir que este nombre tenía otro tipo de carga. No era solo el nombre de un ser etéreo; era un recordatorio, una marca indeleble que definía algo más grande que una simple existencia.

Este nombre era como una marca de destino. Al igual que en mi vida anterior, me vi atado a un propósito que no podía comprender completamente, pero a diferencia de antes, aquí no había margen para escapar de esa imagen. No solo era un nombre que me identificaba como un ser con poder sobre la vida y la muerte, sino que también me veía a mí mismo reflejado en esa función. El nombre me conectaba con algo más allá de las simples reglas de la existencia. Era la representación misma de un equilibrio entre la vida y la muerte.

Luego de que el médico se fuera solo quedó el silencio en la habitación. La mujer que ahora era mi madre volvió a tomarme en sus brazos, acariciando mi pequeño rostro con una suavidad que no había experimentado antes. Cada gesto suyo me hacía sentir… algo extraño... puede que todo esto se debiera a que el corazón y cerebro de este cuerpo fueran mucho mas blandos, pero igualmente era cálido.


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